sábado, 8 de diciembre de 2012

Capítulo 5:


Mi padre Elliot me tomó por las manos y me subió dentro de nuestro coche, dejando el bolso tirado a mis pies.

-¿A dónde me llevas? 

-Mary… tus visiones me están preocupando bastante.- Dijo en un tono alto - Creo que yo mejor es llevarte lejos, en un lugar dónde puedas recuperarte.

-¿Recuperarme? ¿Recuperarme de qué?- Le grité- ¿Tú mataste a mamá no? ¿El casamiento, mi visión, todo ya estaba planeado desde antes no? ¿Cómo pudiste?

Detuvo el coche y me clavó la mirada.

-No vas a decir nada… porque desde ahora pasarás el resto de tus días en un sucio asilo para personas con problemas mentales ¡cómo tú!

Me callé y seguí mirando a la carretera. Era el fin, lo sabía. Tal vez no me iba a matar directamente, pero me iba a causar una muerte lenta y dolorosa, en un hospital cuyo sus servicios no eran precisados por mi. Si hablaba de más, me mataría, de eso estaba segura. Así que decidí quedarme en silencio… esa sería la última vez que vería el sol tan caliente, el cielo tan azul… de ahora en más, viviría en la oscuridad.


Luego de una hora de viaje, mi padre aparcó el coche en frente de un edificio enorme justo al lado de la carretera. Era asimétrico, un gran complejo con extensiones que tenía un gran parque, con un par de árboles. Era un edificio de estilo antiguo, con dos torres en forma de pico y algunas ventanas con vitrales. El techo estaba cubierto con tejas de madera y ladrillo y se podían apreciar grandes tubos de chimeneas. 


Nos bajamos de el coche y caminamos hasta la entrada de el asilo. Había una planta pequeña en una maceta azul, un largo escritorio de mármol y un estante para ficheros gris. Una anciana de unos setenta años aguardaba detrás del mostrador, tenía el pelo recubierto de canas y un par de lentes ocultaban sus grandes ojos azules. A los pocos segundos, entró en la sala una joven de unos veintidós años, usaba una bata blanca como uniforme y llevaba una coleta que sostenía sus rizos marrones. Era de mi misma estatura, y me recibió con una sonrisa.

-¿Tu debes ser Alice, no?- Su voz sonaba dulce, pero áspera a la vez

-Sí…-Respondí tímidamente. 

La anciana se acercó los lentes a los ojos y se detuvo mirándome por unos segundos.

-Mary Alice Brandon, tu padre nos habló sobre ti- Dijo ella- Hemos estado revisando tu ficha médica y hoy mismo comenzaremos con los tratamientos.

Me estudió con la mirada mientras guardaba unos papeles y acomodaba su cabello. Mi padre me dedicó una sonrisa de despedida y salió por la puerta.

-Adiós Alice - Dijo él

Me quedé parada ahí en esa habitación demasiado triste para mi gusto. Escuché unos gritos provenientes de una de las puertas que se encontraban a unos diez metros.

Era oficial, la pesadilla estaba por comenzar.




Asilo para enfermedades mentales "McLean's Hill" 1920

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