viernes, 7 de diciembre de 2012

Capítulo uno:



Cerré los ojos y respiré ondo. Luego de relajarme, los volví a abrir y observé el agua de color azul oscuro del Río Mississippi frente a mis pies. 
Me encontraba sola, lo cual era normal para mi. Disfrutaba de aquellos momentos de soledad, yo, la naturaleza y mi mente. Nada más. No más miradas raras, ni más gritos por parte de mi padre, ya no más reproches, o recuerdos tristes.
Todo había cambiado en los últimos meses. Sabía que algo estaba mal y presentía que algo muy malo iba a suceder. Mientras todas esas ideas pasaban por mi cabeza, oí un grito que me llamaba desde la ventana de mi casa.

-Mary Alice! Entra a casa! - Gritó mi hermana Cynthia, casi desesperada

Me paré y rápidamente acomodé mi vestido color azul claro, que me llegaba un poco más bajo de las rodillas. Corrí hacia la casa. Era blanca, pequeña, humilde. Tenía una gran puerta de madera tallada con motivos marinos, no sabía porqué, pero siempre me había gustado. Entré y caminé por el pasillo de madera, hasta que me encontré con Cynthia.

-¿Qué ocurre? - Pregunté dubitativa, mirando sus grandes ojos azules con preocupación

-Papá…Va a casarse.

-¿Qué?

-Sí, Alice. ¿Recuerdas a Margaret, la mujer rubia de Illinois?

-Sí… La recuerdo.

-Bueno, papá me dio la noticia. Tu estabas a fuera, así que supongo que hablará contigo más tarde. ¿Recuerdas que el estuvo de viaje por unas semanas? Bueno, dice que durante ese tiempo decidió que quería dar el gran paso con ella. La boda es el sábado.

-¿¡El sábado!? ¿No crees que es demasiado pronto?

-Sí… - Suspiró- No hay nada que podamos hacer.

Miré al suelo con desapruebo y comencé a caminar. Subí unas largas pero estrechas escaleras que me dirigían a mi cuarto y me recosté en la cama. 

Volví a cerrar los ojos y lo único que escuchaba eran voces en mi cabeza. Y entonces… sucedió.
Estaba acostada sobre mi almohada pero mi pecho y cabeza se inclinaron hacia adelante; tenía otra premonición.
Entonces, fue cuándo lo vi. Había dos hombres, tratando de matarme. Todo era oscuro, los dos llevaban capuchas negras, y no podía verle el rostro a uno de ellos. Pero lo que me horrorizó es que vi el rostro de el segundo… era él. Mi propio progenitor. Mi propio padre.
Volví a la realidad. Mis ojos estaban llenos de lágrimas y veía todo mi cuarto oscuro y borroso. Las paredes que antes eran color rosa pálido ahora lucían grises, como todo lo demás. Mi respiración era entrecortada y mi pulso muy acelerado, tenía mucho miedo. 
Seis meses atrás, había visto a mi madre morir en una de mis visiones, se lo advertí. Ella me creyó y tomó precauciones por varios meses, pero como nada sucedía, dejó de importarle y un día sucedió. Fue asesinada.

¿Sería yo también asesinada? ¿Y por mi padre? 

Todo encajaba como una perfecta pieza de puzzle. Mi padre era el culpable de mi futura muerte… y la de mi madre.



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