viernes, 7 de diciembre de 2012

Capítulo 3:


No tenía otro remedio que ir a la casa de mis tíos Louise y Steven. Eran los únicos familiares que vivían cerca, y por suerte, no eran familiares de mi padre. Louise era la hermana de mi madre, siempre había tenido un amor maternal especial conmigo, al no haber tenido ninguna hija mujer. Ella era la madre de Will, mi primo fallecido. Ya habían pasado dos años desde el accidente, pero aún así las heridas quedaban. Sólo esperaba un poco de esperanza, podían ser mi única salvación.

Eché un vistazo a mi alrededor. Las casas eran en su mayoría blancas, de dos pisos, con pequeños jardines pero llenos de flores. Podía oler la flora, los árboles, el césped recién cortado y cuando me di la vuelta, vi que el sol se asomaba por una de las nubes que daban hacia la costa, en la orilla del río.

                                           Foto de la época

Entonces comencé a caminar y unos veinte minutos más tarde, tras pasar una hilera infinita de casas idénticas, la barbería y la modista, llegué a la casa.

Esta vez no era blanca. Era de madera, color marrón. Tenía un techo con chapas rojas y grandes ventanales con motivos medievales en el piso de arriba.

Di dos golpes a la puerta y rápidamente mi tía se asomó por ella. Era una mujer robusta, con mejillas rosadas, llevaba su pelo rojizo alborotado como siempre y usaba un vestido largo azul junto a una chalina negra.

-Alice… -Dijo ella mirándome confundida con sus pequeños ojos verdes- Que sorpresa

-¡Tía! -Fingí entusiasmo- ¿Puedo pasar?

Apoyó su dedo índice contra su pera e hizo una mueca de duda. Luego de unos segundos de silencio y sin estar muy segura, se corrió a un lado de la puerta para que pudiese pasar.

En el interior había un pequeño comedor lleno de muebles y pinturas. La mesa era de roble, al igual que las sillas, parecían incómodas, pero noté que había dos sillones junto a una mesa ratona a un costado. Las paredes estaban pintadas de blanco y había un reloj en un costado, que marcaba las seis de la tarde.

-Siéntate - Me indicó Louise señalando uno de los sillones

Asentí y tomé asiento.

-¿Qué te trae por aquí? - Preguntó ella mientras se metía a la boca una galleta de canela - ¿No será una de tus visiones o brujerías no?

-Tía… ¿Es que nunca te vas a dar cuenta de que yo no fui la culpable de la muerte de William? Sólo traté de advertirles, aunque no escucharon.

-¿¡Y cómo quieres que te crea!? ¡Mary Alice! Has dejado a mi familia destruída.

Pude notar la rabia en su voz y un par de lágrimas caían de sus ojos. Lo sentía mucho. Ella sabía en el fondo que no había sido mi culpa, pero quería tener alguien a quién culpar, quería que alguien pague por la muerte de su hijo.

-¿Tu crees que yo quería que esto suceda? Tía… Will era mi primo. Lo adoraba y él me adoraba a mi. Cuándo vi su muerte les advertí para que no suceda, claro, no te culpo. ¿Quién le creería a una joven psicópata? Todos creen que hago magia negra, que soy bruja… Pero sucede todo lo contrario. ¿Crees que elegí ser diferente? Estas equivocada.

Louise rompió en llanto y se acercó a abrazarme. 

-Está bien… - Dijo mientras se secaba las lágrimas - Mucha tristeza por hoy

-Escucha, debo quedarme aquí esta noche - Le respondí rápidamente - Espero que no te moleste

-¿Y tu padre? ¿Él sabe de esto?

-Mira, es una historia larga ¿sí? Tan solo, déjame quedarme por un tiempo en tu casa

Ella asintió.

-Está bien Mary Alice, deberé hablar con Steven y ver que opina. Él regresa por la mañana. Por ahora, puedes dormir arriba en el cuarto de Will.

Me levanté del sillón y luego de esbozarle una sonrisa a mi tía, subí por la escaleras que conducían a el que sería mi cuarto. Estaba recubierto de polvo, seguramente le traía muchos recuerdos a mi tía. Estornudé y dejé mi bolso en el suelo. Abrí las ventanas, sacudí el polvo de las sábanas, almohadas y guarde la ropa tirada en los cajones al costado de la cómoda. Seguramente estaba intacta desde aquel día en que Will no regresó, nadie había tocado nada.

Finalmente cuando terminé de limpiar, me senté sobre la silla del escritorio, que daba hacia la ventana. Podía admirar desde allí la calle principal; mujeres con largos y vaporosos vestidos, los hombres con pantalón de vestir y camisas, junto a el clásico chaleco y los zapatos de cuero. Observaba con delicadeza todos sus actos, algunos se acercaban a la taberna, otros simplemente daban un paseo. Había cuatro coches modelo Ford T, eran algo costosos pero andaban bastante bien. También había unos caballos parados sobre la roja tierra del lugar, esperando para emprender camino y acarrear un carruaje.

Corrí la vista y me paré. Di un par de pasos y abrí mi bolso. Allí estaba mi ropa y alguno de mis recuerdos más deseados. Comencé a desempacar y una foto cayó de mis manos. Eramos mi padre, mi madre, mi hermana y yo. Los cuatro estábamos allí parados, esa fotografía había sido tomada por uno de mis tíos. Rápidamente la volví a guardar en el bolso, esa noche estaba decidida a dormir por fin, en paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario