viernes, 7 de diciembre de 2012

Capítulo 4:


Abrí los ojos y estiré mis brazos, que tocaron el borde de madera de la cama. Los rayos de sol se filtraban por las suaves cortinas amarillas y podía ver que el cielo estaba azul.

Estaba dispuesta a levantarme cuando oí gritos provenientes de el piso de abajo. 

-¿¡Estás loca acaso Louise!? ¿¡Cómo que está arriba!?

-Sí, ¡Steven! Es mi sobrina. ¿Qué acaso lo olvidas?

-Esa psicópata mató a nuestro hijo. Es una bruja Louise, ¡Una bruja!

Escuché largo llanto agudo tras un grito de furia.

Me levanté de la cama y comencé a guardar las pocas cosas que había sacado la noche anterior. Steven había llegado de su viaje y como era obvio, quería que me vaya. Aguardé en el cuarto sentada en la orilla de la cama por una respuesta de parte de Louise, cuándo entró.

-Supongo que ya escuchaste ¿No es así?- Preguntó ella, indiferente
-Sí… -Respondí - Ahora mismo me marcho
-No, tranquila. Steven quiere llevarte a tu casa en un rato. Quiere que te asegures de que vayas allá.

Perfecto. Plan completamente arruinado. Ahora llegaría a mi casa y mi padre me mataría, mi futuro no era tan incierto.

Usé esos minutos para prepararme, pensar en qué le diría a Cynthia, a mi padre y a su futura esposa. Me dolía demasiado la situación y había veces en las que solo quería desaparecer, irme lejos, y no volver. 

-¡Mary Alice!

Tomé mi bolso y rápidamente respondí a el llamado de mi tío bajando por las escaleras.

Él se encontraba allí parado, su pelo negro cubría parte de su cara y llevaba un pantalón marrón, junto a una camisa blanca y un chaleco negro. Él era un hombre moreno, alto y delgado de unos 40 años. 

-¿Estás lista? Nos vamos a la casa de tu padre- Dijo mirándome con rechazo

Asentí con la cabeza gacha y caminé detrás de él. Salimos de la casa y fuimos directo al garage, dónde guardaba su más preciado tesoro, su Ford Modelo T.

Ese coche tenía un gran capó con dos luces adelante. Solo había un espacio reducido para dos y la cabina era negra, al igual que todo lo demás. Tenía un volante bastante grande y tenía unas ventanillas de vidrio. En la parte trasera del coche, que por cierto era toda una novedad para la época, tenía un cuadrado de hierro negro que servía como baúl. Steve colocó mi bolso ahí y me subió al asiento de acompañante.



El coche andaba bastante bien aunque veces se frenaba o retumbaba por el terreno irregular de la tierra. Reconocía algunos de los lugares de la zona, a pesar de que no solía recorrerla frecuentemente. Mi tío miraba fijamente el paisaje, mientras yo cerraba los ojos del sueño, esa noche había dormido muy poco y levantarse con gritos no me había calmado mucho.

Cuando abrí los ojos ya era demasiado tarde. No estaba en mi casa, ni siquiera estaba segura de estar en mi pueblo. Me encontraba en un descampado, lleno de pasto amarillo quemado por el sol, podía ver un par de casas y una iglesia a lo lejos. A mi lado había una nota que decía lo siguiente:

"Lo siento Alice. Acércate a la oficina de policías de el condado, a tres kilómetros hacia el norte de dónde estás, ellos te ayudarán"

Mi vida no podía ser peor. El viento pegaba fuerte contra mi cara y mi bolso, que se encontraba a mi lado, ahora estaba marrón por el barro. 
Asumí que mis tíos me habían traicionado y seguramente mi padre también estaba implicado en esto. Tenía mucho miedo, me temblaban las manos y tenía las piernas entumecidas. Sin mucha energía, me separé del suelo ayudándome con las manos y luego mis piernas reaccionaron. Caminé por el descampado siempre guiándome hacia las pocas casas que veía. Parecía que no iba a llegar nunca, el sol estaba en su peor hora y se me entrecortaba la respiración. Lo que más me asustaba es que no tenía ni idea de dónde estaba. En un momento de desesperación, empecé a correr y para mi sorpresa no me frené.

Llegué a lo que parecía ser una calle y observé un par de casas grandes y amarillas al costado de unas vías de tren. Había unas vayas blancas que separaban a una de las casas del resto, esta estaba hecha de ladrillo  y cubierta por pintura verde. Tenía ventanas pequeñas, vigas talladas y una puerta de color verde oscuro. Arriba del porche de la casa había un cartel que decía "Police Station" y decidí adentrarme para pedir alguna explicación.



Cuando abrí la puerta vi a un policía apoyado contra un mostrador. Había muchos documentos, sellos y papeles. Todo era de madera y había una luz proveniente de las ventanas que iluminaban el interior. El comisario tenía un bigote y pelo canoso, un uniforme azul y unos lentes que protegían sus ojos pequeños.

-¿Necesitas ayuda? - Preguntó
-¿Dónde estoy?- Respondí precipitadamente
El comisario echó a reír.
-Está en Gulfport señorita.
-¿A cuánto estamos de Biloxi?
-Unos 100 kilómetros.

Miles de pensamientos se me vinieron a la cabeza y me tomaron por desprevenida. Hacía más de un día que no comía ni bebía nada, estaba cansada, triste, preocupada y tenía mucho miedo.

-Bueno…eh, supongo que eso es todo- Le respondí a el comisario- Le agradezco
-No, que no te vas tan rápido eh. - Dijo él mientras sonreía- Hay alguien que te ha estado esperando

Entonces de una puerta trasera salió la figura de mi padre, que me sonreía falsamente. 

-Nena…-Me susurró mientras se acercaba a mi- Me tuviste preocupado.

Le dediqué una mirada llena de furia y dolor. 

-Ahora nos vamos ¿sí? -Me habló firmemente.

Caminé detrás de él sin decir ni una palabra. Había caído. Estaba segura de que mi padre le había pedido a mi tío que me lleve hasta allá, la nota, los gritos, todo concordaba. Pero la pregunta era… ¿Qué pasaría ahora? ¿Me mataría al igual que lo había visto en mi visión?

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