domingo, 9 de diciembre de 2012

Capítulo 6:


Ni bien mi padre desapareció por la puerta, la joven me tomó por las manos presionando mis muñecas mientras me llevaba hacia una de las habitaciones.

-Ahora te haremos un par de exámenes. Puedes dejar tus cosas sobre la repisa y descansar un rato. Vendremos a buscarte- Dijo ella mientras se alejaba

Me quedé sola en aquel pequeño espacio. "No estoy loca" Me repetía una y otra vez a mi misma, mientras observaba la ventana con rejas grises y el resto de la habitación. Era un lugar espantoso, como lo eran la mayoría de los sanatorios mentales en el siglo XX. Sabía que allí torturaban a gente, las personas que eran "diferentes" eran tratadas cómo anormales y creían que las fallas mentales se transmitían al tener hijos. Sonaba bastante estúpido. 

Estaba aterrada, tan solo quería salir de allí. Todo se veía oscuro y me preguntaba cuántas personas más habría allí. Me recosté en la cama y aferrada contra la almohada me tambaleaba de atrás hacia adelante, esperando que alguno de esos movimientos me calmasen. 

-¡Ya! ¡Dejen de llorar! ¡Que así no van a salir de aquí! - Oí los gritos que provenían desde el pasillo, era una de las enfermeras.

Me levanté y salí por la puerta, quería ver que sucedía. Y allí me encontré con una de las escenas más horripilantes que había vivido en mi corta vida. Una mujer de unos 50 años, siendo azotada por una de las enfermeras. El suelo estaba cubierto de sangre y ella no dejaba de llorar y gritar.

Rápidamente me volví a mi habitación, sabía que si intentaba detenerla iba a ser en vano, ya que nos azotarían a las dos. Ahora entendía porque la ventana tenía rejas. "¿Cuántas personas habrán intentado salir de este infierno antes?" Me pregunté a mi misma. 

A los pocos minutos tocaron la puerta. La abrí con algo de miedo, era una de las enfermeras. Era pelirroja, alta y delgada. Tenía las facciones duras y una mirada misteriosa.
-Vamos a hacerte unos estudios. Pero primero deberás usar esto- Dijo ella mientras me daba un delantal blanco - Cámbiate. Esperaré aquí.

Cerré la puerta y me desvestí. Me puse lo que ella me había dado y salí. En el camino la seguí, en silencio, dando pasos cortos. Miré cada una de las puertas y la mayoría estaban cerradas. Llegamos a un pasillo que tenía ventanales y podía observar el parque, los árboles. Había unas 10 personas allí, algunas caminaban, otras simplemente estaban recostadas en el suelo. 

-Es aquí- Susurró la enfermera mientras me señalaba una gran puerta de hierro gris.

La empujó y me hizo pasar. Había un gran foco de luz en el techo, una camilla blanca que tenía garrotes para aferrar las manos y los pies. También habían instrumentos de cirugía y una máquina más grande que yo que no supe reconocer que era.

-¿Qué van a hacerme? - Pregunté horrorizada
-Estudios- Respondió ella

Poco conforme con su respuesta, me tomó de la mano y me obligó a acostarme en la camilla. Me ató las manos y los pies con los hierros que había visto pocos segundos antes y tomó una aguja de la pequeña mesa que se encontraba al lado.

-Dáme tu dedo

Asentí y estiré toda mi mano, esperando que ella me pinchase. 

-Vamos a analizar tu sangre, pero antes de que te vayas vamos a darte unos electroshocks- Dijo ella mientras guardaba la aguja en una pequeña caja de metal.

¿Electroshocks? ¿Qué era eso? Tenía mucho miedo. Hoy más que nunca, me odiaba a mi misma. Me odiaba por tener visiones, me odiaba por ser tan incrédula y haber caído en el juego de mi padre. Lo único que quería, era un poco de esperanza.

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